Y mucho menos ninguno tiene la grandeza de que tiene el Athletic, ni si quiera esos equipos que tienen más de 33 títulos. Nuestros títulos son otra cosa, van mas allá. Es ver a los chavales con la camiseta del Athletic por la calle, compartir bota, bocata, pipas, gominolas, llanto, alegrías y abrazos con los que te rodean en casa, en un bar, en una plaza con pantalla gigante o en San Mamés, el único campo llamado La Catedral.
Nuestro mayor título es el orgullo que sentimos los que amamos el Athletic al decir que somos del Athletic, la emoción que sentimos solo con soñar estar en una final, solo con saber que avanzamos rondas pensando que podremos llegar a la final, porque los que no lo sienten así creen que cuando miramos la fecha de la final de la Copa del Rey somos fanfarrones, no amigos no, se llama ilusión.
Es impagable, y por eso aquí duele la pérdida de efectivos, no por la pérdida en sí, si no porque entre todos no hemos sido capaces de hacerles ver lo que el Athletic significa.
El Athletic no es el medio para llegar a otro sitio, es la meta, porque no hay nada más grande.
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