martes, 6 de enero de 2015

ATHLETIC, SER DE CANTERA...

De siempre he creído que permanecer en primera división siempre, ganar títulos, codearse con los grandes de Europa con gente única y exclusivamente de gente nacida o formada en Euskal Herria era una fortaleza. Un orgullo que arrasaba con los millones que los demás se podían gastar. Un amor propio invencible frente al mercadeo internacional en el que se está convirtiendo el fútbol (el de élite y el de no élite, pero eso es otro tema). Un dique en el mar de la invasión del deseo por querer ganar a toda costa desde antes de empezar a disputar nada, ese mar lleno de tiburones (representantes e intermediarios sin escrúpulos), transatlánticos (clubes que son potencias mundiales), gente a la deriva perdida por países situados a miles de kilómetros de sus lugares de origen (jóvenes engañados y estafados con el "sueño americano" que se quedan en la calle)... y un sin fin de especies y artefactos capaces de cualquier cosa con tal de ganar, solo ganar.


Hubo un tiempo, no muy lejano, en el que el Athletic iluminaba Europa, el foco del fútbol mundial estaba en Bilbao porque unos locos vascos ponían en jaque a todo aquel que se cruzara en su camino, un equipo que dejó vídeos que serán estudiados por miles de entrenadores para enseñar a sus equipos a jugar así. El recuerdo de una ambición desmesurada, una ilusión que en nada tiene que envidiar a la de los niños el día de Reyes.

Porque ser vasco de nacimiento social o futbolístico te daba el derecho a poder defender un escudo y unos colores, a representar a un grupo reducido de gente infatigable al desaliento. Ahora esa cuna es solo una posibilidad más de dar el salto más fácil que en otros lugares donde no se cuenta con la cantera, o lo que es peor, un privilegio, una suerte sin merecimiento alguno porque solo por haber sido vasco y tener ciertas cualidades te permiten ocupar un puesto para los próximos 10 años. Se convierte en un funcionario del fútbol gracias al "no hay nadie vasco mejor que yo" (bien porque el resto son peores jugadores o bien porque son tan buenos que pueden jugar en equipos que año tras año disputen títulos o les paguen más).

Y suena a triste, porque parece que ningún entrenador es capaz de permanecer dos años porque lo jugadores no pueden apenas moverse y pierden algo que te da la llegada de un entrenador nuevo, la ilusión. Una ilusión que debería permanecer inalterable solo por el mero hecho de poder dedicarse a lo que siempre has soñado y en el sitio que siempre has soñado (o no pero te sirve para dar un salto a otro grande donde paguen más). ¿Hay mayor ilusión que dedicarse a jugar a fútbol? ¿Hay mayor ilusión que jugar a fútbol en el Athletic?