jueves, 10 de noviembre de 2011

FERNANDO LLORENTE, HÉROE Y LEÓN

OVACIONADO, POR FIN, EN SAN MAMÉS

Ya era hora de hacer justicia con el mejor delantero que hemos tenido en el Athletic en los últimos 20 años, bota de plata en el Mundial Sub-20 de Holanda (un tal Messi fue máximo goleador) y campeón del mundo en Sudáfrica el pasado verano de 2010, casi nada.


Indiscutible en todas las categorías inferiores tanto en el Athletic, al que llegó en 1996 de la mano de Jose Mari Amorrortu, como en las selección nacional, lleva tiempo siendo tratado injustamente por parte, gran parte, de la afición rojiblanca.


Deseado y codiciado por media Europa, el gigante rubio de Rincón de Soto, Fernando Llorente ha sufrido en sus carnes la incomprensión del público que acude a La Catedral, su casa, en forma de murmullos, “run-runs” y hasta algún que otro silbido. Y es que con más de metro noventa cuesta moverse con la soltura propia de un jugador de estatura media, como también cuesta coger la forma una vez empezada la temporada, así como luego perderla, lo sé por experiencia.


Se le ha tachado de indolente, “mingafría”, “sinsangre”,… De todo menos reconocer la carrera y los méritos contraídos hasta el momento, que son muchos y variados. Fernan, como le llaman sus conocidos, es un jugador diferente a cualquier otro delantero, por envergadura y por carácter. Sus centímetros le sirven para tocar todos los balones que se sacan en largo, que en los últimos 4 años han sido muchos, demasiados, a pesar de tener a 2 o 3 defensas encima con el cuchillo entre los dientes, saltos y saltos que se repetían hasta la extenuación. Pero se le critica porque no presiona, porque falla ocasiones, como todos los delanteros del mundo, sin ir más lejos el propio David Villa, máximo goleador de la historia de la selección y que casi nunca ha bajado de los 20 goles en una temporada, falla también ocasiones y no solo nadie le discute, si no que se encuentra en la terna de mejores goleadores del mundo. Y es que la aportación de Llorente al juego del Athletic en los últimos años no sólo se ha basado en los goles, que los ha marcado y ni aun así se le ha reconocido el mérito, va más allá. Es el faro del equipo en ataque, sin él nos tiemblas las canillas, nos ponemos nerviosos cuando siente alguna molestia, nos llevamos las manos a la cabeza pensando “qué será de nosotros ahora”, pero luego le silban, permite al equipo aguantar a los contrarios más alejados del área cuando se despeja un balón y está él, porque lo baja y lo protege.

También da asistencias en forma de peinadas a la espalda de la defensa. Y aquí resulta algo curioso: cuando él da la asistencia y se aprovecha Toquero (sin menospreciar a tan generoso jugador) se alaba la caída al espacio de Gaizka, la valentía y la entrega, en cambio, cuando el que toca la pelota con la cabeza es Toquero para que sea Fernando el que se aproveche y remate a gol, los elogios siguen siendo para el alavés (repito, no quiero quitarle ningún mérito). Todo sea por escatimar elogios o por dedicárselos al tan amado “2” rojiblanco.


En los últimos años, cuando hubiera o no dificultades a la hora de atacar, el recurso y el hábito era mandarle el balón a Llorente, que se pegue con los defensas una y otra vez y cuando la pierda (tras lo cual es silbado) se le pide que vaya a presionar cual Toquero. Error. ¿Por qué? Porque lleva pegándose con los defensas rivales un buen rato tanto en el suelo como en el aire, esquivando codos y evitando agarrones con el desgate físico y psicológico que ello conlleva como para pedirle que corra como cualquier otro jugador que sólo mira el balón por el aire y espera la peinada del delantero centro.

Este año, por el contrario, el juego del equipo es más elaborado, más posicional y Llorente está más fresco para rematar y para presionar. Y por fin, el otro día frente al F.C. Barcelona, al ser sustituido fue ovacionado por su gente, ¡se lo merecía!

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